
Introducción
Mi vida va un poco a dos bandas: por un lado, el rugby, que es mi deporte desde hace años y me flipa. Y por otro, las criptomonedas, que es como otro mundo que descubrí y cada día me engancha más. Al principio pensaba que eran dos cosas que no tenían nada que ver, pero con el tiempo me he dado cuenta de que se complementan. El deporte me da disciplina, constancia, fuerza mental… y todo eso lo aplico también cuando invierto o aprendo cosas de cripto. En este texto te cuento cómo es mi rutina y cómo combino esas dos pasiones que, aunque suenen muy diferentes, para mí encajan perfecto.
1. El día empieza pronto
No te voy a mentir, me cuesta levantarme por las mañanas. Si no fuera porque tengo que ir a clase o entrenar, dormiría hasta el mediodía. Pero bueno, toca espabilar. Normalmente me levanto tipo 7:30 o 8:00 si hay instituto. Me ducho rápido, desayuno (a veces mucho, a veces solo un café con galletas, depende de las prisas) y pillo la mochila.
Antes de salir, suelo mirar cómo están los precios de las criptos. Nada loco, solo un vistazo rápido al móvil, en la app de CoinGecko o alguna notificación de Binance. Es como quien mira el tiempo o el WhatsApp. Yo miro si Bitcoin ha subido o bajado. Es una costumbre ya.
2. Las clases y la cabeza en otra parte
En clase intento prestar atención, pero muchas veces tengo la cabeza en otra parte. Si la clase es de mates o economía, me interesa más porque me gusta ver cómo algunas cosas que explican se relacionan con lo de las criptos. Pero si es historia o literatura, pues cuesta más. A veces, entre clase y clase, me leo algún artículo de DeFi o miro YouTube para aprender más. Sé que debería estar más centrado en los deberes, pero bueno, al menos estoy aprendiendo cosas que me motivan.
También hay días que aprovecho los recreos para hablar con colegas que también están metidos en esto. Nos pasamos vídeos, nos contamos qué hemos comprado o si hemos visto alguna cripto nueva. Es como tener un grupo secreto donde todos hablamos en otro idioma, pero mola.
3. Entrenamientos: desconexión total
Cuando llega la hora de entrenar, ahí sí que desconecto del mundo cripto. El rugby no te permite estar a medias. Tienes que estar 100% en el campo, porque si no te llevas una buena. Me gusta eso. Es como que durante una hora y media solo existen el balón, los compañeros y el sudor.
A veces me preguntan si no me cansa tanto lío. Pero al revés. El deporte me recarga. Me ayuda a no agobiarme cuando las criptos bajan o cuando no entiendo algo. Es como que el cuerpo me equilibra la cabeza. Después de entrenar vuelvo a casa más centrado, más tranquilo. Y con hambre, eso sí.
4. Tardes de estudio y de blockchain

Después de entrenar y ducharme, toca estudiar. Hay días que me lo tomo en serio y hago todo lo del insti, y otros días que me pongo a investigar sobre Web3, NFTs, o cómo funciona un exchange descentralizado. Es mi manera de estudiar también, solo que por mi cuenta.
Uso mucho YouTube, canales como “Ander Cripto” o “Criptomates”, que explican cosas difíciles de forma fácil. También leo en Medium o en blogs. A veces incluso pruebo cosas yo mismo: meto unos euros en una cripto nueva, pruebo una wallet distinta, o conecto a un protocolo DeFi para ver cómo funciona.
Parece mucho, pero es porque me mola. No lo veo como obligación, sino como curiosidad.
5. Tiempo libre, pero con los ojos abiertos
No todo es rugby y criptos, obvio. También juego a la Play, veo series, salgo con los colegas. Pero lo curioso es que, aunque esté en otra cosa, siempre tengo el radar activado. Si escucho que alguien habla de inversión, o veo una peli donde hablan de tecnología, mi cabeza hace clic.
Una vez viendo una serie sobre hackers empecé a buscar sobre cómo afecta la ciberseguridad al mundo cripto. O sea, me entra la curiosidad por todo. Hay días que acabo en bucles rarísimos en internet, pero siempre acabo aprendiendo algo. Y eso me mola.
6. Las noches, el mejor momento para pensar
Cuando ya estoy en la cama, con el móvil o el portátil, es cuando más pienso en todo esto. Miro cómo va el mercado, leo alguna noticia, o incluso escribo ideas o dudas que me surgen. También es cuando más me rayo: ¿estaré haciendo bien invirtiendo tan joven? ¿Y si todo esto es una burbuja? ¿Y si un día lo pierdo todo?
Pero también es cuando me ilusiono más. Me imagino montando un proyecto, ayudando a otros chavales como yo a entender este mundo, o incluso ganándome la vida con algo relacionado con cripto. Es mi momento para soñar. Y aunque a veces me cueste dormir, me gusta sentir que tengo algo que me motiva de verdad.
7. ¿Y cómo lo compagino todo sin petar?
Buena pregunta. A veces no llego a todo. Hay días que no estudio lo suficiente, o que estoy tan reventado del entreno que no miro nada de cripto. También hay semanas en las que el mercado se pone fatal y me desanimo. Pero he aprendido a no exigirme tanto.
Me organizo como puedo. Uso una app de tareas donde mezclo cosas del insti con cosas de blockchain. Me pongo objetivos pequeños, como “leer 1 artículo hoy” o “hacer 10 ejercicios de mates”. No siempre cumplo todo, pero voy avanzando.
Y sobre todo, intento disfrutar. Si un día solo quiero jugar a la Play o salir a dar una vuelta, lo hago sin culpa. Porque también hay que vivir.
8. Lo que me aporta cada mundo
El rugby me da constancia, esfuerzo, trabajo en equipo. Y eso me sirve un montón cuando tengo que estudiar un whitepaper de una cripto o entender cómo funciona una DAO. No me rindo fácil, y eso lo aprendí entrenando.
El mundo cripto, por su parte, me da visión de futuro, motivación, ganas de aprender cosas nuevas. Me hace sentir que no estoy solo repitiendo lo que otros hacen, sino explorando algo diferente.
Los dos mundos me enseñan a ser más independiente, más curioso, más fuerte. A veces me preguntan si no sería mejor centrarme en una sola cosa, pero yo creo que tener las dos es lo que me equilibra.
Conclusión
Mi día a día no es perfecto. A veces voy de culo, a veces me rallo, a veces fallo en los entrenos o me olvido de estudiar. Pero tengo claro que el rugby y las criptomonedas me hacen crecer como persona. Uno me entrena el cuerpo, el otro la mente.
Y aunque aún soy joven y me queda mucho por aprender, siento que voy por buen camino. Porque tener pasiones que te hagan levantarte con ganas es una suerte. Y yo tengo dos. Así que, mientras pueda, voy a seguir dándole a los dos mundos. Porque juntos, me hacen ser quien soy.